El Señor utiliza una balanza muy diferente de la del mundo para pesar el valor de un alma.
Dieter f. uchtdorf |
Moisés, uno de los más grandes profetas que el mundo haya conocido, fue criado por la hija de Faraón y pasó los primeros cuarenta años de su vida en los recintos reales de Egipto. Él fue testigo ocular de la gloria y del esplendor de ese antiguo reino.
Años más tarde, en la cima de una alejada montaña, aislado del esplendor y de la magnificencia del poderoso Egipto, Moisés estuvo en la presencia de Dios y habló con Él cara a cara, como un hombre que habla con su amigo1. Durante el curso de esa visitación, Dios le mostró a Moisés la obra de Sus manos, concediéndole una visión de Su obra y gloria. Al concluir la visión, Moisés cayó a tierra por el espacio de muchas horas. Cuando finalmente recuperó sus fuerzas, se dio cuenta de algo que, en todos sus años en la corte de Faraón, nunca antes se le había ocurrido.
Él dijo: “…sé que el hombre no es nada”2.
1 comentario:
asies!! no somos nada xk somos necios en no obedeser los mandamientos de nuestro padre y si eso semos que sera de nosotros en la proxima vida reflexionemostenemos la solucion en nuestyras manos serquemonos al padre eterno y seremos aunque sea un gramo delo que el nos considera que somos
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