Los pioneros modernos viven la fe de sus padres
El presidente Dieter F. Uchtdorf comparte su gratitud por los primeros pioneros de la Iglesia y por los pioneros modernos.
Más de un siglo ha transcurrido desde que decenas de miles de pioneros navegaron a través de océanos para responder al llamado de un profeta de congregarse en Sión. Dejaron atrás a familiares y amigos; empujaron carros de mano a través de las llanuras; construyeron una ciudad de un desierto. Lo más importante es que los pioneros dejaron un legado de perseverancia, fe y sacrificio.
Hoy a la mayoría de los miembros no se les pide hacer los mismos sacrificios físicos que a los pioneros, pero los santos de cada nación pueden ser “todos pioneros”, ha dicho el presidente Thomas S. Monson, al enfrentarse al sufrimiento con valor, inspirar fe en los demás y hacer las cosas difíciles que son necesarias para obtener la salvación eterna y edificar el reino de Dios en la tierra (“Todos somos pioneros”, Liahona, julio de 1997, pág. 105).
En un discurso de conferencia titulado “Pioneros modernos”, el élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, rindió homenaje a los miembros “comunes” de la Iglesia que se “enfrentan a dificultades, superan obstáculos y siguen a los siervos del Señor Jesucristo con valentía como los pioneros de todas las épocas”.
Fundamento de fe
Vencer la oposición con la ayuda del Señor conduce a gratas experiencias.Durante sus años de infancia en Irlanda, Susan Johnsen había asistido a una iglesia cristiana desde que era pequeña, pero sentía que no entendía quién era Dios realmente. Una noche, cuando tenía 18 años, oró pidiendo ayuda para saber más acerca de Dios. Al día siguiente, los misioneros llamaron a su puerta y comenzaron a enseñarle.
Pronto obtuvo un testimonio del Evangelio y quería bautizarse. Sin embargo, sus padres no aceptaban su decisión. A pesar de la oposición a la que se enfrentó de familiares y amigos, ella se bautizó.
“Mis padres vinieron a mi bautismo, pero yo sabía que… si veían algo inapropiado [mi padre] me sacaría de allí agarrándome del cuello”, recordó. “Al salir del agua después de que me bauticé… recuerdo ese sentimiento de limpieza y de estar donde debía estar”.
Durante los meses siguientes, ella respondió constantemente a las preguntas de su familia y amigos y acalló los rumores que habían oído acerca de la Iglesia. Perdió a muchos amigos, pero ella continuó tratando de enseñar a su familia acerca del Evangelio y a menudo invitaba a los misioneros para que fueran a su casa.
Un día, casi dos años después de que Susan se había bautizado, su madre estaba leyendo en Alma 34 en el Libro de Mormón. “Leyó que ‘esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios’ y no debemos ‘[demorar] el día de [nuestro] arrepentimiento’, y de repente ella supo que necesitaba bautizarse”, dijo Susan.
Hoy, su hermana, padres, hijos y nietos son miembros fieles de la Iglesia.
Susan dijo que a menudo ha pensado acerca de los paralelos entre las personas en su situación, aquellos que fueron los primeros miembros de su familia o que se unieron a la Iglesia contra los deseos de sus seres queridos, y los pioneros.
“Siempre sentí que no teníamos las mismas pruebas físicas que ellos tuvieron… pero necesitamos fortaleza de diferentes maneras, tal vez, o de la misma manera bajo diferentes circunstancias”, dijo. “Tuvimos que contar con una convicción de que lo que estábamos haciendo era lo más indicado y que el Señor quería que lo hiciéramos, y que lo hiciésemos pasara lo que pasara”.
Y al igual que los pioneros, dijo ella, cuando hemos atravesado una prueba y nos hemos mantenido fieles, somos recompensados con el conocimiento de que lo que hemos hecho era lo correcto.
“Todo el mundo tiene [pruebas], aun cuando no necesariamente tengan experiencias de pioneros”, dijo ella. “Y a veces la única manera en que podemos atravesarlas es por saber que lo que estamos haciendo es lo correcto y orando para que el Señor nos ayude, que nos dé la fortaleza que necesitamos… Siempre sentí que el unirme a la Iglesia era como salir de la oscuridad, de un cuarto oscuro a la luz, y que yo nunca volvería atrás”.
Una norma de servicio
En el año 2007 los matrimonios de misioneros mayores de todo el mundo llegaban a ser más de 2.600. Aportan una contribución significativa, dando servicio devoto, mientras predican el Evangelio; prestan servicio en los templos; ayudan en la obra de historia familiar; fortalecen a los líderes, a los misioneros y a los miembros; y en muchas otras maneras promueven la misión de la Iglesia.
Glen y Lola Mae Taylor regresaron de su cuarta misión en noviembre de 2009, habiendo servido en el Templo de Toronto, Canadá (1996–1998), en el Área África Sudeste (2001–2002), en el Templo de Manila, Filipinas (2004–2005) y en el Templo de Londres, Inglaterra (2008–2009).
Otra vez, respondieron al llamado de los líderes de la Iglesia de tener más matrimonios mayores. Del mismo modo, los pioneros dejaron sus hogares y muchas veces, se enfrentaron a nuevos lugares y nuevas dificultades bajo la dirección del profeta.
Los misioneros modernos, como los primeros pioneros, se sacrifican para hacer avanzar la obra del Señor.
“Al pensar en nuestros antepasados, su objetivo principal y su meta era ser obedientes a nuestro Padre Celestial, y fue por el evangelio de Jesucristo”, dijo la hermana Taylor. “Las cosas que hacemos y las misiones que servimos son para ese mismo objetivo y ese mismo propósito”.
Los Taylor dejaron atrás a 11 hijos, 53 nietos y 68 bisnietos cuando aceptaron el llamado a servir. No estuvieron presentes en las bodas, las despedidas misionales y las bendiciones de bebés. Se enfrentaron a sacrificios financieros. Pero ellos testificaron de las bendiciones que recibieron al ser obedientes a su llamamiento.
“Cada vez que éramos apartados, nuestro presidente de estaca nos bendecía para que nuestra familia estuviera cuidada y así fue”, dijo el hermano Taylor.
“Tengo que decir que cuando fuimos a nuestra primera misión tenía miedo. “Íbamos a un país en el que nunca habíamos estado”, dijo la hermana Taylor. “Pero recuerdo cómo me sentí cuando entramos por la puerta de ese templo. Sentí la mano del Señor alrededor de mis hombros… y como que estábamos en casa”.
Perseverar hasta el fin
De innumerables maneras, los miembros de la Iglesia en todo el mundo siguen los pasos de los pioneros y “logran la obra esencial del reino, tanto la rutinaria como la importante”, dijo el élder Oaks.
Algunos miembros aceptan llamamientos que cumplen fielmente y con gusto dan de su tiempo al servicio de los demás.
Algunas personas, como aquellos pioneros que perdieron a seres queridos a lo largo del camino, reciben sus pruebas mientras cuidan de quienes están enfermos. Los demás llevan cargas menos evidentes físicamente.
“Las cargas que se llevan en el corazón pueden ser simplemente tan fuertes como las de aquellos que empujaban un carro de mano”, el élder Oaks dijo. “Y al igual que algunos pioneros pasaron dificultades para el beneficio de los demás, de la misma manera algunos pioneros modernos llevan las cargas impuestas por las transgresiones o la desconsideración de otras personas”.
El sendero de los pioneros modernos puede parecer diferente, pero no es menos difícil, y presenta dificultades que requieren sacrificio, perseverancia y fe.
Independientemente de su situación, el élder Oaks señaló que los pioneros de todas las edades pueden adquirir fuerza para perseverar mediante la promesa del Señor en Doctrina y Convenios 98:1–3:
De cierto os digo, mis amigos, no temáis, consuélense vuestros corazones; sí, regocijaos para siempre, y en todas las cosas dad gracias;
“Esperando pacientemente en el Señor, porque vuestras oraciones han entrado en los oídos del Señor de Sabaot, y están inscritas con este sello y testimonio: El Señor ha jurado y decretado que serán otorgadas.
“Por lo tanto, él os concede esta promesa, con un convenio inmutable de que serán cumplidas; y todas las cosas con que habéis sido afligidos obrarán juntamente para vuestro bien y para la gloria de mi nombre, dice el Señor”.
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