“Porque un niño nos es
nacido, hijo nos es dado;
y el principado estará sobre
su hombro; y se llamará su
nombre Admirable, Consejero,
Dios fuerte, Padre eterno,
Príncipe de paz” (Isaías 9:6).
Varios siglos antes del nacimiento de Jesucristo, el profeta Isaías escribió la cosas que le fueron reveladas acerca de las circunstancias de la venida de Cristo. Una de esas profecías, que se encuentra en Isaías 9:6, nos brinda, en pocas palabras, valiosa información sobre el Salvador y la función que desempeña en nuestra vida y en el plan del Padre Celestial.
A continuación se explican algunas de las ideas que se expresan en este versículo. Un niño nos es nacido, hijo nos es dado El Salvador se reveló a Adán, el primer hombre, como el Hijo Unigénito de Dios (véase Moisés 5:7, 9; 6:52, 57, 59, 62).
A partir de entonces, todos los santos profetas han testificado de la venida del Hijo de Dios en la carne para redimir a Su pueblo (véase Hechos 10:43; Jacob 4:4).
¿Qué significa el nacimiento de Cristo?
El ángel que anunció el nacimiento del Salvador a los pastores declaró nuevas de gran gozo, que serán para todo el pueblo (Lucas 2:10). Cuando Nefi tuvo la visión en la que contempló a la virgen María con el niño Jesús en sus brazos, se sintió conmovido a proclamar el amor de Dios que se derrama ampliamente en el corazón de los hijos de los hombres (1 Nefi 11:22).
El Salvador mismo declaró: Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16).
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